miércoles, 15 de marzo de 2017

Nano Kaos: Metal en llamas


Un post de Balasero
















En Balas en el Paraíso nos sentimos orgullosos de contar con uno de los músicos más constantes y coherentes de Aragón. Nano Pérez, (Nano Kaos), (El Nano) de toda la vida se acerca con su eterno buen rollo y su amabilidad para recorrer en nuestro blog su trayectoria artística, que es la que nos interesa a los fans incondicionales. Bajista, guitarrista, cantante, compositor y desde luego un colega de “casi” toda la vida. Nos conocemos desde los albores de una década que marcó a fuego en nuestros corazones el sello del Metal, del Rock y los valores que ellos conllevan. Hemos lidiado mil batallas recorriendo la noche de la ciudad, sus bares, sus ambientes y sus gentes. El Nano es parte ya de la historia de nuestro Metal, historia viva y dispuesta a dar mucha guerra y mucho Rock.
Gracias por dedicarnos este tiempo para recorrer tu historia.

Nano – Muchas gracias a “Balas en el Paraíso” por darme el honor de descorchar el tonel de la historia del Rock que en el día de hoy queréis abrir recordando parte de mi vida.

Nano tocaba la guitarra desde los 8 años y en su adolescencia empezó a rondar con melenudos y gentes de esas de “mal vivir” en su Casetas natal, (barrio rural zaragozano), sus paisanos Pedro Botero le aceptaron como ayudante para trajinar con el equipo en sus conciertos, y de ahí a los 15 años entró a formar parte de la banda como bajista. Corría el año 1983 y se convirtió en el benjamín de un grupo que ya llevaba unos años tocando. (Pedro Botero fue una banda de Rock creada por Abel Bartolomé a mediados de los 70 con Abel Bartolomé, Aurelio Colás, Andrés Ibiricu, El Faren y Jesús Barcelona, que grabaron la maqueta “Ópera Rock Juan Tomás-1977” y el single “El Maca-1980”). Y en aquel año 83 la formaban Rubén Bartolomé; voz y guitarra, Tomás “Chirri” Bartolomé; batería y Miguel Ángel Vázquez “Pink”; guitarra solista. Varias maquetas comenzaban a rular “Horno Tapes- 1983”, “Pedro Botero EP- 1985”



Balasero - Cuéntanos cómo fueron aquellas primeras sensaciones al verte formando, con 15 años, parte de una banda de Rock Duro con tanta trayectoria ya atrás.

Nano – Pues casi sin querer me encontré de repente con un bajo entre las manos y aprendiéndome a matacaballo 15 temas en una semana porque llegaba mi primer concierto. Fue en el Pabellón de San Agustín, en el barrio de San José, junto a CONTAINER Y GOLDEN ZIPERS. Así que no me dio mucho tiempo para pensar en la magnitud que podría alcanzar el hecho de tocar con el mejor grupo de Rock que por estas tierras circulaba. Incluso para el resto de la gente pasaba inadvertido, hasta el punto de que después de probar sonido en mi primer concierto, me fui a cenar y al volver al pabellón no me dejaban entrar. Yo le decía al tío de la puerta que era el bajista de Pedro Botero y él me decía. “Vete a cascala mierda crío”, y yo le decía. “Ves a avisar a alguno del grupo”, y me volvía a mandar a cascala. Hasta que salió Rubén a la puerta y ya vio el menda que no me mentía y me dejó entrar. Me subí al escenario, se encendió la máquina del Rock & Roll, y hasta el día de hoy.



Balasero - Dos años más tarde en 1985 y tras dar mucha cera con la banda, conciertos, televisión, etc, y justo cuando El Pink abandona Pedro Botero y lo sustituye Charli Colás, dando comienzo a una nueva etapa en cuanto a composición y sonido, decides presentarte voluntario a “la mili”. ¿Cómo resultó esa brecha en tu ánimo y en el de la banda?

Nano – Hombre, como yo entré al grupo porque el bajista, Jesús Lara, se iba a la mili, cuando me tocó a mí cogí y me fui voluntario para no pasar por ese trance y poder seguir tocando. Por el Rock hay que sacrificarse y en vez de 9 o 10 meses que se hacían de mili, yo me clavé 16, pero pude seguir tocando, incluso me dieron permiso para ir a Madrid a grabar el primer disco. Estaba en la Banda de la Academia General Militar tocando el tambor y los jefes eran músicos, entonces comprendían la situación perfectamente.



Balasero - A principio de 1987 viajáis a Madrid para grabar “Pedro Botero” vuestro primer larga duración. “Desertor”, “Sangre”, “Viejas campanas”, “Jungla de cemento”, “Hechicera” y cómo no “Rosa negra”, componen un potente debut discográfico, pero otra cosa que nos llamó poderosamente la atención a los fans fue el extraordinario logo y portada. ¿Nos podrías decir quien se ocupó de su creación?



Nano – El logo ya teníamos pensado que sería con tridentes y la portada era el Demonio (Pedro Botero) saliendo de las entrañas de La Tierra, y nos la estaba haciendo nuestro amigo Arturo, que aún la tengo guardada, pero no llegaba a tiempo y Julio Castejón nos comentó que tenía un tipo, que no me acuerdo como se llamaba, que hacía portadas. Le dijimos la idea y la plasmó resurgiendo el anagrama de entre las aguas. Queríamos transmitir que Pedro Botero empezaba a nacer.



Tras la gran acogida que tuvo a nivel local y nacional “Pedro Botero” (Del que ahora se cumplen 30 años, pero de eso ya hablamos luego), se interesa por vosotros nada menos que Julio Castejón, guitarrista de los míticos Asfalto y dueño del sello discográfico SNIF. ¡Coño! Recuerdo que no había un coche de un Heavy que se preciase que no llevase la cassete grabada del disco. Os fiche SNIF y os metéis en el estudio y dais a luz “Guerrero” en 1988, segundo LP y segundo cañonazo. “Volverás a escuchar su llamada”, “Ser paranoico”, “Joven y Rockero”, “Guerrero”, “Rey acero”, “El sueño”, son algunos de los temas de “Guerrero”, un disco con un sonido más duro, la base rítmica es demoledora, así como las partes de guitarra que conjugan a la perfección Rubén y Charli.



Balasero - La mejor época de Pedro Botero había llegado. Cuéntanos cómo fue para ti.

Nano – Bueno, tras autoproducir el primer disco, que lo grabamos y mezclamos en una semana en el local de Asfalto, Julio Castejón se interesa por nosotros y firmamos contrato con su compañía. Los temas del segundo ya los teníamos cuando grabamos el primero, y por eso al año siguiente se edita “Guerrero” con un mejor sonido porque el tiempo de grabación y producción se cuadriplica ya que corría a cuenta de Julio y no a la nuestra como el primero.



Fue una época de múltiples y multitudinarios conciertos. Llenábamos allá dónde íbamos. Fue una época irrepetible. Empezamos haciendo un telón para el fondo del escenario, luego una tarima para la batería, más tarde unas pasarelas y unas rampas. Poco a poco la bola se hacía más grande y más grande, hacíamos el espectáculo hasta con fuegos artificiales y explosiones. Por tener, teníamos hasta “Pipas” (ahora los llaman “Roadies”) que montaban toda la parafernalia.
En verdad fue una época dorada, pero yo no era consciente de ello. Iba viviendo de poco en poco, me di cuenta al verlo con la distancia del tiempo.



Balasero - Del año 89 al 91 en que se grabó el tercer LP “La llave del Alba” ocurrieron muchas cosas en la banda, buenas, malas y regulares. Haznos un repaso de aquellos dos intensos años.

Nano – Primero dejó la banda “Chirri”, que por motivos laborales y personales, supongo, no podía estar al 100% y decidió apearse. Entonces entró “El Chino”, que era batería de Ferrobos. El grupo sigue dando caña allá dónde nos llaman y la verdad es que congeniamos muy bien y empezamos a preparar temas nuevos. Pero Charli Colas por motivos personales decide abandonar y nos quedamos Rubén, “El Chino” y yo como trío. Adaptamos los temas a la nueva formación e incluso dimos varios conciertos así.
En estas, teníamos el local de ensayo en un terreno del padre del “Chino” en Santa Fe, Un día fuimos a ensayar y estaba Sergio con Arrazola tocando, que eran colegas y de vez en cuando subían a tocar los dos. Nos gustó como tocaba y le propusimos que entrara a tocar en Pedro Botero. Y por supuesto, aceptó.



Ya en el 91 entramos a grabar “La llave del Alba” y dos días antes sufro una caída, apoyo mal la mano y me parto el 5º metacarpio de la mano derecha y no pude grabarlo.



Balasero - Kaos se forma en el año 1992. ¿Cómo surgió esta banda nueva y por qué?



Nano – Yo trabajaba en el TRI-TRI como camarero, Carmelo Berdiel, guitarra, y Alberto Sánchez Escribano, batería, ex miembros de “N232”, eran clientes habituales y colegas míos, me propusieron montar “Kaos”. Ellos ya tenían temas y al principio me hice un poco el duro, pero al final me tiré de cabeza porque era un estilo que me gustaba bastante y quería profundizar en otros sonidos diferentes y más duros. Así que empecé a compaginar los dos grupos a la vez.




Balasero - En Pedro Botero ya habías cantado como solista en varios temas y coros en todos, pero en Kaos tomas las riendas (la voz cantante) definitiva. ¿Supuso un esfuerzo extra esta nueva faceta?


Nano – Al principio cantaba Carmelo, pero poco a poco me empezó a pasar canciones hasta que acabé cantando todas yo. La verdad que si fue un esfuerzo extra ya que el bajo y la voz eran totalmente diferentes y tenía que echar horas extras para hacerlo con soltura, pero, a cambio, aprendí y disfruté un montón. De hecho, a la hora de componer o sacar una melodía para la voz lo hacía sin tocar el bajo para que fuera diferente una cosa de otra.
       
Balasero - Con tan solo una maqueta grabada en el 93 Kaos lo peta y os salen conciertos a cascoporro, no paráis, pero curiosamente no es hasta 1997 cuando os decidís meteos en estudio y grabar el primer Larga duración de Kaos “Estado de Konfusión”. Temas potentes cercanos al Thrash Metal en una formación de trío que sonaba demoledora en temas como “Sucio recaudador”, “Es el rock”, “Escalofrío” o “Amnesia”. ¿Por qué tanto tiempo hasta dar ese paso?





Nano – El tiempo dicen que es oro, y en este caso tuvo la culpa Don Dinero, como era autofinanciado por Kaos tuvimos que esperar el tiempo necesario para poder hacer algo de categoría, que sonase bien de verdad y tener la pasta para ello.

Balasero - “Rosa negra” tema estandarte y personal para ti es regrabada en este primer trabajo de Kaos. Para mí es el tema de amor más auténtico y sentido, conozco a la otra parte, Kaos es puro Metal y “Rosa negra” el claro exponente de una época de cuero negro. Por tanto imprescindible incluirlo. Dinos cómo resultó el disco debut para el público.





Nano – Quien me conoce sabe que Rosa negra” es el regalo que le hice hace 31 años al amor de mi vida, a la que me sufre en silencio, a Begoña. Es nuestra canción eterna. Pero no fui yo quien propuso incluirla en este primer disco. (Demasiado vanidoso para mi forma de ser), lo propusieron casi al unísono Carmelo y Alberto, y cómo no, accedí a volver a grabarla pero en versión Kaos.
El disco gustó un montón y se vendió como churros. Todo el mundo lo quería y hasta lo distribuyó “Avispa” y se interesaron otras muchas como “Locomotiv” que era la discográfica de Mago de Oz, entre otros. Con este disco nos salieron un montón de conciertos y tocamos con Los Suaves, Saxon, Gamma Ray, Extremoduro, Barón Rojo, Obus y un largo etc.





Balasero - Kaos os veis obligados a cambiar el nombre por el de K-XX. ¿Qué pasó con esto?





Nano – Nos dio por ser legales y registrar el nombre, y como las gestoras que se dedican a esto cobran un güevo, lo hicimos por nuestra cuenta y conseguimos el título de propiedad del nombre. Yo creo que por salirnos del conducto reglamentario nos aparece un menda que dice ser dueño y señor de la marca y nos pide cierta cantidad de dinero para poder usarla. Nosotros le decimos que tenemos el título de propiedad de Kaos. Nos pone varios recursos en la oficina de patentes y marcas, la cual le deniega todos ellos, hasta que pone la demanda en el juzgado de lo contencioso administrativo, y al no poder hacer frente a los gastos de procurador y abogado nos acaba representando un abogado de oficio que se lo pone en bandeja al carroñero al que le daba igual el nombre y solo quería pasta, (que espero se la haya gastado en medicaciones varias). Por ello cambiamos el nombre por K-XX (Kaos Siglo 20).






Balasero - En 2001, cuatro años después de “Estado de Konfusión” sale a la venta “Después del Kaos” el segundo CD cuyo título se me antoja como una clara referencia al litigio por la propiedad del nombre. ¿Qué nos puedes contar de este disco?




Nano – Por supuesto que el título hace referencia al nombre que nos robaron, viene a explicar que después del Kaos llega K-XX. Los títulos de los Cd’s teníamos claro que no tenían que ser el mismo que el de una canción, sino que dijera algo referente al concepto del grupo en cada momento. Así el primer Cd es la definición que da la Real Academia de la Lengua de Kaos: Estado de confusión.
Pasan cuatro años debido al litigio del nombre mezclado con el ahorro para la financiación, ya que vuelve a ser auto financiado y somos currantes con familia e hipotecas, que dejan lo de grabar en un segundo plano. Con el cambio a K-XX funciona peor la venta, pero seguimos tocando, que en realidad es lo que más nos gusta.





Balasero - La cosa pareció enfriarse, nació tu hija y se produjo un lapso de cinco años en K-XX, pero el gusanillo seguía ahí y en 2006 volvéis a los ensayos. ¿Hubo cambio de formación, hubo directos? ¿Cómo fue la vuelta a la escena Metal?

Nano – La cosa se va enfriando poco a poco y por un cúmulo de circunstancias. Al poco de sacar el segundo disco Alberto se cansa y decide dejar Kaos, entonces contactamos con Sergio “El Pichón” que es colega mío de Casetas y damos algún concierto con él. No pasa mucho tiempo cuando Carmelo nos dice que está cansado y necesita tiempo para ver si quiere seguir en la música o dejarla. Entonces nos tomamos un año sabático que dura hasta que en el 2006 “El Chirri” empieza a preparar un concierto para celebrar sus 50 años y en el cual van a colaborar Carmelo y “El Chino”, aprovechamos la coyuntura y decidimos juntarnos para hacer unos cuantos temas de Kaos en esta celebración.
Ya que nos habíamos juntado Carmelo, “El Chino” y yo, decidimos seguir tocando pero de una manera más tranquila y sin ninguna meta marcada. Vamos, tocar por tocar, como el que juega al tenis los domingos por la mañana. En casa de mi padre, en un viejo gallinero de 15 m2 nos hacemos un local de ensayo insonorizado para molestar lo menos posible al vecindario. Nos empiezan a salir conciertos y como en principio es algo esporádico y la gente quiere ver a Kaos, nos volvemos a llamar así de nuevo. En 2013 hacemos un concierto 20 Aniversario de la banda en el Arena Rock.



Balasero - 2017 y Kaos sigue vivo, hace poco tuvisteis que cancelar un concierto por un accidente de trabajo de “El Chino”, vuestro batería. ¿Va a haber más Kaos en este mundo Kaótiko?

Nano – A nosotros nos gustaría, ya que disfrutamos mucho tocando los temas de Kaos, pero hace poco hemos tenido que dejar el local de ensayo y estamos en fase búsqueda. Por este tema hemos tenido que decir que no a varios conciertos, entre ellos el de “Ciclón” en el Utopía que querían tocar con nosotros.

Balasero - Pedro Botero ha vuelto a la escena y lo ha hecho con fuerza e ilusión renovadas. Tu relación con Rubén se distanció, pero ocurrió lo que tenía que ocurrir cuando la amistad es verdadera y el amor por el Rock y el Metal guía los corazones. Cuéntanos que sucedió para que la mejor banda de Rock Duro de Aragón volviese a pisar las tablas de nuevo.



Nano – En 2015 el Leo de Pozal Rock pide permiso para hacer un recopilatorio de Pedro Botero titulado “Volverás a escuchar su llamada” y empieza a tentarme con la vuelta de Pedro Botero. Cierto día, en un acústico de Rubén en el Bar El Pozal de Casetas, entré a la vez que tocaba “Volverás a escuchar su llamada” y sentí la necesidad de contestar cantando a la estrofa que cantaba Rubén y así hicimos toda la canción, una estrofa él, otra yo. Fue un momento mágico que nos llevó a la reconciliación. Leo siguió insistiendo en mi vuelta y al final accedí.



Balasero - 17/50 supone el quinto disco de Pedro Botero tras 26 años de silencio. Un regreso por todo lo alto, Rock adulto bien producido, interpretado y compuesto en una línea de total coherencia con el espíritu de la banda, pero con nuevo aire. Un trabajo que deja claro que hay mecha para largo. Rubén Bartolomé a la guitarra y voz, Nano Pérez al bajo y voz, Cesarito Royo a la guitarra solista y Alejandro Duarte a la batería son los nuevos Boteros. ¿Cómo ha sido la experiencia con los nuevos miembros?



Nano – Ha sido una experiencia muy fructífera en la cual he aprendido mucho en lo personal, y que al conjunto del grupo le ha dado un aire fresco en lo musical, sin perder la mejor esencia sonora de Pedro Botero. A la hora de componer o interpretar hemos dejado que cada uno pusiera su granito de arena en este proyecto, dándole frescura con la forma de tocar de Alejandro y los acordes e improvisaciones de Cesarito.



 Balasero - ¿Existe proyecto para un sexto disco, se puede adelantar algo en caso de que suceda?

Nano – Ya estamos empezando a trabajar en ello y nuestro deseo es que llegue un 6º disco.






Balasero - El 23 de febrero de 2017 salió a la calle la reedición del primer disco de Pedro Botero, “Pedro Botero” con 6 temas extra en directo. En 1987 apareció esta joya del Rock Duro y ahora está de nuevo a vuestro alcance. Este no es un disco más de los que plagan el mercado, los catálogos y demás vías de difusión y venta. Esto ocurrió en el 87 y esto ocurre ahora. Si no os hacéis con un ejemplar vais a perder una ocasión única, que como tal no se volverá a repetir. Este disco es puro Rock, puro Heavy y certero eco de lo que supuso la época más grande de nuestro rollo. La reedición es toda una celebración y como tal exigió una fiesta. Fiesta que se celebró hace bien poco, el 24 de febrero pasado en la Sala Oasis de Zaragoza, en la que interpretasteis el primer disco entero sobre un escenario por primera vez. ¿Cómo fue la noche?

Nano - Fue una noche mágica y llena de emociones en la cual tanto el público como nosotros disfrutamos recordando la época dorada del Heavy de esta ciudad, de esta región y de este país. Preparamos el concierto a conciencia, eligiendo un repertorio selecto, remarcando la parte central dedicada íntegramente al primer disco y regresando al futuro para acabar con más temas épicos del grupo, y por supuesto un Bis con tres himnos inolvidables. Más de dos horas con los pelos de punta, en dos palabras, " im presionante". De hecho decidimos repetirlo en Huesca el viernes 17 de marzo en la sala "El 21".






Solo me queda decir la frase que me decía siempre mi hermano "Tony Taylor", que en paz descanse, y que yo traduje porque el inglés se me da mejor silbando.

Cheers and Metal

Salud y Metal







lunes, 6 de marzo de 2017

Cerraré los ojos

Un post de Balasero

















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Cerraré los ojos”.


Los cerraré. Contaré hasta diez y el demonio desaparecerá”.



Eva María lo tenía todo preparado para inaugurar su primer día de playa de aquél recién comenzado verano. Había pedido un adelanto de quince días en el trabajo y como las cosas tampoco marchaban bien en la empresa decidieron concedérselos sin poner demasiadas trabas. Sus amigas Ana y Mónica llegarían a La Pineda el viernes por la noche con lo cual disponía de tres días para ella sola. Para relajarse de las incertidumbres de la fábrica, olvidarse de los ERES, del mal ambiente que llevaba todo un año respirando y sustituirlo por el revitalizante aire de la costa. Necesitaba con extrema urgencia huir del insaciable y fagocita devenir urbano de una Zaragoza que se le antojaba cada vez más impersonal y asfixiante.


Y allí estaba dispuesta a recargarse las baterías y hacer únicamente lo que le viniese en gana. A saborear cada minuto y a ponerse al día con toda la lectura acumulada en los últimos meses. De hecho ya tenía un libro preparado en la desgastada bolsa de NIVEA que cada verano la esperaba pacientemente en el fondo del armario del dormitorio. “50 Desvaríos ocasionales”, era el libro elegido, un poemario escrito por una autora oscense, que ya había leído en la quietud de su piso zaragozano durante las noches invernales, recogida en una esquina del sofá de su salón bajo la amarillenta luz de la lámpara de pie con pantalla, heredada de su difunta madre. Le gustaba repasar sus páginas una y otra vez, por ese motivo decidió traérselo de vacaciones. Su intención era tenerlo como libro de referencia para momentos de soledad. Y siendo un martes de principio de junio no esperaba tener muchas interrupciones en la playa tarraconense, ya que tradicionalmente en La Pineda la gente solamente abarrotaba las salinas orillas en la última semana de julio y la primera de agosto. El resto del verano y entre semana apenas se contaban cien personas distribuidas a lo largo de los cinco kilómetros de caliente arena, eso tirando por lo alto y aquél año no tenía el por qué ser una excepción.


 El reloj de cuco colgado junto a la librería de pino acababa de anunciar las siete de la mañana, como siempre le pasaba tras un viaje, los nervios le habían ganado la partida al sueño y ya llevaba despierta un par de horas. Tiempo que dedicó en adecentar un poco el apartamento, no sin antes prepararse un café bien cargado con una magdalenas medio duras que reposaban desde la pasada Semana Santa en la caja metálica de galletas del estante sobre la nevera. Eva María nunca había comprendido por qué en aquella antigua caja de galletas las cosas tardaban tantísimo tiempo en echarse a perder.


Recostada en una tumbona de la terraza, con la faena terminada, apuraba un cigarrillo mientras se dejaba acariciar por la brisa de la mañana dedicándose a observar su sitio preferido de la playa, mientras pensaba con una sonrisa en los labios que debería reclamar al ayuntamiento la propiedad de ese rincón. Era la zona más pedregosa y por tanto la menos concurrida. Su "reino privado" se situaba junto al espolón de enormes rocas que se adentraba unos cien metros en el mar, separando la zona de baño con la cercana área del puerto de la refinería. Un enorme monstruo que presidía el horizonte con su obscena silueta de tubos y luces sin alma. Depósitos, herrumbre y malos olores era su legado a un litoral en donde atracaban enormes petroleros para desangrar su contenido, a través de sucios conductos hasta las avaras panzas de los gigantescos globos metálicos que nunca parecían estar saciados del oleoso manjar.


Los primeros y casi tímidos rayos de sol afloraban entre las nubes comenzando a acariciar las húmedas arenas de una playa invadida por inquietas gaviotas, que en grupos devoraban los restos desperdigados por la nocturna marea, ahora en retirada. Eva María comenzaba a creerse ella misma con aquellos primeros destellos de calor. Simplemente cerrando los ojos y respirando hondo, muy hondo el aroma del mar percibía ese nexo tan especial con la naturaleza que tanto tiempo había añorado. Se sentía parte de un todo. Un eslabón perfectamente  engranado en la maquinaria de la vida, al tiempo que muy despacito se iba reclinando en su silla hasta lograr apoyar los pies sobre la barandilla de la terraza, consiguiendo un estrafalario equilibrio, empero, su postura preferida. La quietud de la mañana y el revitalizante olor de la cercana masa salina no resultaban todavía suficiente estímulo como para apartar de la memoria el hecho de que su madre ya no pasaría ni un verano más en aquél apartamento.


Necesitaba como fuere exiliar aquél sentimiento de vacío y pensó en el bikini a rayas que se compró en una de las tiendas del Gran Casa. Eso de estrenar siempre le había encantado. Decía que un bikini nuevo traía buena suerte y éste lo había conseguido por un precio bastante ajustado. Contenta por la adquisición ya que pensaba gastarse más dinero, se hizo también con un gorro fucsia de amplio vuelo y a juego un fular de gruesas e imprecisas líneas granates y moradas. Ese día hubiese sido sin lugar a dudas el mejor del mes de abril si no fuera porque llegando a casa, feliz por su compra, recibió una llamada que borró por completo la sonrisa de su semblante. Su madre acababa de ser mortalmente atropellada en un cruce entre Sagasta y Goya.


Los recuerdos de aquellos terribles días sufridos dos meses atrás le asaltaron con vívida fuerza. Socavando sin que pudiese evitarlo a su ridículo intento de apartarlos. Hasta el punto de enflaquecer su ánimo, ensombreciendo la euforia vacacional recién estrenada. Dos lágrimas se escaparon del cerco de sus ojos, se las secó con rabia. No estaba dispuesta a dejarse llevar de nuevo por la tristeza, no allí, no ante su amada costa, no ahora que lo que necesitaba su joven aliento era la distracción que le ofrecían las trivialidades del entorno estival. Levantándose con genio se dirigió a la bolsa amarilla de NIVEA y cogió el ejemplar del poemario que tantas veces le había ayudado en aquellos días pasados. Los versos de aquél libro poseían el poder de reconfortar su espíritu, y lograban la magia de apaciguar sus emergentes estados de angustia como ningún otro había conseguido hacerlo.


"Ni persona alguna", se dijo.


Delicadamente separó las hojas sin mirar, siguiendo un ritual inventado por el azar para aquella publicación. Lo hizo el primer día que lo tuvo entre las manos y la maravilla encontrada le animó a seguir haciéndolo. Curiosamente siempre y cada una de las veces encontraba un poema por su inicio. Ese detalle le había llegado a maravillar, ella y aquellos “50 desvaríos ocasionales” poseían un pacto tácito que ambas partes respetaban y consumaban, convirtiendo el ritual en un juego excitante y divertido.


Ante sus ojos apareció el poema XLIV.


Una sonrisa de complicidad se dibujó en su cara, era como que el libro supiese cuál era el texto que necesitara en cada momento.



"Una nube oscurece el perfil de tu esencia
llega turbia con la noche
tu sol escapa en la tormenta
fría intensa tu sonrisa tiesa.
Nube entristecida y sola
negra como las fauces de un tigre
ríe como las hienas.
Cree que ha vencido al frío
piensa que ya no regresas.
No hay furia en esta noche
sólo una infinita espera".


Cerrando el libro quedó un buen rato pensativa, inmersa en su mundo interior, desligándose de la realidad por completo, sucumbiendo entre las brumas de su oscura nube. El cigarrillo que tenía entre los dedos se consumió por completo sin que ella se diese cuenta. La ceniza cayó al suelo originando una notable estridencia que le hizo volver de su trance. Le había parecido que el vaso de café se había hecho añicos, sin embargo ahí estaba sobre la mesa, tan tranquilo. Se apresuró a apagar la colilla que comenzaba a chamuscarle los dedos mientras se miraba la ceniza del suelo.


"¿Cómo es posible que haya hecho tanto ruido?".


Creyó que algo en la calle, cuatro pisos más abajo, había tenido que producir ese sonido atronador, su subconsciente habría relacionado el sonido exterior con la ceniza y el cigarrillo que la comenzaba a quemar, seguro. Se asomó, pero la calle estaba en total calma. Sin entender nada se encendió otro pitillo y se fue para la cocina a ponerse más café. Estaba claro que aún estaba dormida.


Al regresar a la terraza la ceniza no estaba en donde la había dejado, echó una mirada y la vio reptando como un gusano en dirección al murete separador que delimitaba la frontera entre la terraza y la de su vecino. No daba crédito a sus ojos, no podía hacerlo. Pero aquella reptante ceniza siguió su camino perdiéndose por el agujero de desagüe entre ambos balcones. Corrió hasta allí y agachándose hasta tocar con la mejilla en el suelo miró por el sumidero, al otro lado no vio nada más que la pata de una silla de plástico y una pequeña pelota roja. La visión que ofrecía el agujerito era claramente insuficiente así que arrimando la mesa contra el murete se izó sobre éste para tener una mejor perspectiva de la terraza contigua.


Allí estaba la infame ceniza/gusano que continuaba su sinuoso reptar. Los vecinos de al lado, una pareja francesa con un niño de unos seis años estaban desayunando. La mujer observaba entre bocado y bocado a una tostada con mermelada a través de unos binoculares, posiblemente en dirección a los petroleros que se acercaban por el horizonte. El marido leía despreocupadamente un ejemplar de "L'indépendant", dándole pequeños sorbos a una taza sin apartar su atención del rotativo, mientras el niño enredaba con unos gajos de naranja que tenía dispuestos sobre la mesa a modo de navíos enfrentados en singular batalla. La ceniza comenzó a subir por la pata de la mesa y ante su estupor terminó por introducirse en el bote de mermelada de fresa. Eva María no supo qué hacer, quiso advertirles, gritar algo pero permaneció callada. ¿Cómo decirles lo que acababa de pasar sin que la tomaran por loca?.


Bajó de la mesa y entrando en la vivienda se dejó caer en el sofá, anonadada por aquél suceso, intentando buscar una respuesta a lo que sabía escapaba a cualquier lógica. Tardó unos quince minutos en reaccionar hasta que decidió irse a dar un relajante paseo y luego pasar la mañana tirada en la playa hasta la hora de comer.






El cíclico sonido del romper de las olas contra la orilla resultaba algo hipnótico para sus sentidos, mantenía los ojos cerrados y plantándole cara al sol del mediodía se dejaba azotar por su inclemente calor recibiendo toda la vida que los elementos le regalaban. Consiguiendo a duras penas sentirse bien consigo misma, relajada y en comunión con el entorno. Podía estarse así durante horas, de hecho esa mañana para ser el primer día llevaba demasiado tiempo expuesta al astro rey y la cabeza comenzaba a dolerle. Dándose la vuelta le dio la espalda al sol, pero no al mar. Se encasquetó el gorro fucsia de amplias alas, bebió un buen trago de agua de la botella que guardaba en la sombra de la bolsa y echó mano al libro, a su libro. A aquél cómplice compañero que tan bien entendía a su corazón, pensando en cuál sería el regalo en forma de poema que le depararía su amigo para aquella tranquila mañana.


Abrió el libro con el cuidado de quién acaricia el rostro de un niño y ante ella apareció el poema XXII.


"Arrojo paladas de arena a los ojos de tus fieras.
Sumerjo mi mundo en la bruma oculta de la
espuma perfecta de este mar que te aferra.
Echo de menos tu agua bañando mis humildes orillas
agotada la fuente de tus besos
un día es un abismo entre tus corrientes marinas.
El mar seca y destruye mis playas
acantilados desnudos que no dejan recostarme en tu aura.
La arena entierra mis recuerdos
son falsos momentos de felicidad en mi cuerpo.
El mar me arranca violento de tu centro.
Echo de menos tu cielo
hundido en los rincones perdidos del tormento
el fuego eterno de unos besos asola mi firmamento".

"La arena entierra mis recuerdos", repitió para sí.
Ojala fuera verdad, ojala aquella perturbadora imagen de la mañana abandonase su mente, pero por más que intentara desviar la atención o distraer la cabeza la inquietante escena de la ceniza/gusano atormentaba su ánimo. Incluso llegó a preguntarse si al consumirla mezclada con la mermelada aquellos franceses iban a sufrir algún daño. Se dijo que aquello eran bobadas, que esas cosas no pasaban en el año 2013, para luego desdecirse pensando en que tampoco era algo habitual que la ceniza cobrase "vida" para irse de paseo a su antojo. Confundida se quedó mirando la línea difusa de un horizonte en donde se hacía imposible discernir cuando el cielo empezaba y cuando acababa el mar. Se sintió sola y perdida ante aquella inmensidad de agua marina.


"Echo de menos tu cielo".


Necesitaba a su madre junto a ella, el calor de sus sabios consejos, la arrugada y firme mano de aquella mujer que siempre con una caricia le había guiado por la senda de la razón, de la verdad, de la cordura.

Quería darse un baño, el último antes de abandonar la playa por hoy, pero sentía una inseguridad creciente dentro de su alma, llevaba un rato muerta de calor y no se atrevía a ese último baño, como si postergando el momento también retrasara la hora de volver al apartamento. No dejaba de repetirse que se estaba comportando como una tonta, que no pasaba nada, Que todo aquello tenía que ser una alucinación, una broma de mal gusto jugada por una mente atormentada y muy cansada tras el fallecimiento de su madre, por la asfixiante situación laboral y por la reciente ruptura con su pareja.  O quizá fue por el cambio de aguas o aquellas magdalenas revenidas de la caja metálica de encima de la nevera.

Estaba de vacaciones y el cielo sabía que bien merecidas, no estaba dispuesta a dejarse llevar ni un minuto más por aquellas paranoias estúpidas. Así que se levantó y corrió al agua, la sintió helada en los pies pero le dio lo mismo, necesitaba limpiar toda aquella basura de su mente y se arrojó de cabeza sumergiéndose medio metro y saliendo a la superficie con una sonrisa en la mirada. Nadó unos metros gozando del líquido entorno alejándose al interior, pero no mucho. La bandera ese día estaba izada y su color rojo indicaba que el mar traía fuertes corrientes bajo sus aguas.

Por un instante le pareció notar como una fría corriente submarina quería llevársela al fondo, pero ella estaba en plena forma y dando unas brazadas se apartó de su maléfico curso. Chapoteó alegre de su victoria cuando a unos sesenta metros de su posición le pareció ver algo agarrándose en la boya cónica que delimitaba la zona de baño con la de paso de embarcaciones de recreo a motor. Quedó quieta para fijar la mirada. Era un perro, parecía la cabeza de un perro que pujaba por mantenerse a flote, uno de esos de caza con grandes orejas marrones. Le dio un vuelco al corazón. Echó una mirada a la playa que permanecía desierta salvo por un grupo de ancianos que estaban demasiado alejados, en la torreta del vigía no había nadie, no se lo pensó más y dirigió su nado hacia el apurado animal.


"Pobrecito, debe estar muy asustado", pensó mientras aceleraba la cadencia de sus brazadas.


Le debían faltar como diez metros para alcanzar la boya cuando el animal posiblemente exhausto desapareció bajo las aguas, Eva María quedó por unos segundos flotando sin saber cómo reaccionar mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. Se sumergió y comenzó a bucear en la dirección por donde había desaparecido el perro mientras en su mente se repetía una y otra vez.


"Vamos, tú puedes Eva, tú puedes Eva".


Lo primero que alcanzó a ver en la semioscuridad fue la cordada del anclaje de la boya.


"Bien", se dijo. "Te encontré".


Sintió cómo le empezaban a fallar los pulmones y tuvo que subir a coger aire, lo hizo y volvió a bajar en pos del can con la exigua esperanza de hallarlo con vida. A cada brazada la oscuridad que la rodeaba era mayor, los ojos le escocían, los pulmones se le quejaban, los músculos se agarrotaban por el frío que traían aquellas corrientes submarinas. Pero ella sabía que no podía volver a subir a por aire, no si quería sacar de allí al perrito. Dos metros más abajo vio la sombra del animal que caía suavemente hacía las profundidades, apresuró el buceo a sabiendas de que se la estaba jugando. Al límite de su aguante alcanzó el bulto, pero aquello no era un perro. No daba crédito y tampoco disponía del tiempo necesario para pensar. Aquello era un saco anudado de áspera tela. Creyó que igual el perro estaba dentro, ya que apenas pudo ver más que la cabeza junto a la boya, "¿pero cómo?", "si estaba cerrado", no podía irse sin comprobarlo. Lo abrió con el penúltimo resquicio de aire que albergaba en sus pulmones y lo que halló dentro hizo que lo soltara, hizo que su rostro se descompusiese de horror, hizo que sus pulmones expulsaran el último halo de aire que guardaban, hizo que la oscuridad invadiese su mente.


Diez gatos sin cabeza comenzaron a flotar hacia la superficie liberados de la prisión del saco pasando por delante de sus narices, de unas narices que ya no expulsaban graciosas burbujitas de aire, braceó mientras notaba como el agua invadía el interior de su cuerpo mientras la invisible fuerza de una fría corriente submarina la empujaba a la oscura profundidad. Miró para comprobar con pavor que no era una corriente lo que la arrastraba al abismo, era una sombra viscosa y helada que la miraba con ojos de fuego. Le pareció la sombra de la muerte.


"Cerraré los ojos".


"Los cerraré. Contaré hasta diez y el demonio desaparecerá".


El silencio y la oscuridad eran totales, sentía una suave brisa acariciando su piel desnuda, la paz era total, la sentía desde su interior, todo estaba en orden. Escuchó el tintineo de un tenedor batiendo huevos en un plato y un familiar olor a torreznos llegó hasta ella.


"Mamá", se dijo.


Eva María abrió los ojos, su bikini de rayas había desaparecido, se encontró completamente desnuda tumbada sobre el sofá del salón del apartamento, era de noche y la única luz que iluminaba la estancia era la de la cocina. Unos sincopados pasitos llamaron su atención. Al girar la cabeza vio como una gallina con cabeza de perro se acercaba hasta ella. La gallina con cabeza de perro comenzó a lamerle la mano con cariño.


"Dos", dijo ella con alegría y rodeando la cabecita con ambos brazos le dio un sonoro besote en toda la frente. Era el perrito que tuvo de niña.


El perro/gallina la miró con nostalgia mientras decía.


"Te he echado mucho de menos".


Eva María palmeó su cabeza. "Yo a ti también pequeño".


Se levantó y se dirigió a la cocina seguida muy de cerca por Dos que meneaba su cola de gallina como un loco. Abrió la puerta de cristal opaco y allí estaba ella, los ojos se le llenaron de lágrimas de pura emoción, no podía dar ni un paso de lo sobrecogida que estaba.


"Mamá...", comenzó a decir entre lloros.


"Mamá...te quiero tanto".


La madre le miró con un reproche en el gesto, dejó la fuente donde batía los huevos sobre la encimera, apartó la sartén del fuego, secó sus firmes y arrugadas manos en el delantal.


"Hija mía", dijo dirigiéndose hacia ella.


La rodeó muy fuerte con sus viejos brazos, ambas se abrazaron y comenzaron a llorar mientras Dos, el perro/gallina, daba vueltas alrededor de las dos mujeres ladrando de felicidad.


"Eva María hija mía. ¿Cómo has tardado tanto?", dijo la madre tras besar su frente.


"Lo siento madre...yo...".


"Anda ve a ponerte algo encima no vayas a coger frío criatura".


La muchacha se dirigió al dormitorio y mientras se ponía una bata de ir por casa reparó en que en su lado de la cama descansaba su libro preferido. "50 Desvaríos ocasionales". Sonrió complacida, ahora sí estaba todo en su sitio. Se sentó en el canto de la cama, abrió el libro al azar, con la misma delicadeza con la que un pianista acaricia las teclas mientras interpreta un nocturno de Chopin, el libro le regaló el poema XXX.


De nuevo su cómplice amigo había encontrado los versos precisos para apaciguar su consternado corazón.


"Ayúdame, cielo
consígueme una estrella
consígueme su brillo
para iluminarme el camino
y llegar hasta su vera.
Consígueme, cielo
la estela de un cometa
para agarrarme a su cola
y volar cerca de ella.
Ayúdame, cielo
dame tu lluvia
dame tu viento
dame tu luna
para poder arrimarme
y besarle el cuello.
Si tú, cielo
fueras bueno
me darías todo eso,
y no tus rayos y tus truenos.
Sólo me diste, cielo
tus tormentas y tus fuegos".