martes, 21 de febrero de 2017

El primer plato

Un post de Catulopio
















Imagen cortesía de "Balasero"




Pasé al cajero, y lo primero que me chocó fue ver que el empleado estaba comiéndose las uñas.  Impresentable. Ni siquiera me preguntó qué necesitaba, igual, yo le pasé mi documento.
—Hola… disculpe… —dije.
Él seguía ensañado con su manicura rústica, hasta el momento que vio mí mano. Con una velocidad indómita me agarró con los restos de sus dedos, no tenía uñas, ni falanges. Sangre. Tiré con fuerza, pero no pude zafar. Se abalanzó sobre mi muñeca derecha y de una dentellada llegó hasta el hueso. Me escapé hasta el hall, que para mi sorpresa estaba desolado.
Tenía calor. Se escuchaba al empleado de la caja golpearse contra el vidrio; los sonidos acuosos revotaban por todo el lugar. La temperatura en mi cuerpo ascendía a tal punto que tuve que sacarme la remera.
La gente se amontonó en el exterior del banco y un oficial entró con su arma apuntando a mí cabeza.
—¡Alto! —gritó.
Intenté responder, no pude. Me estaba convirtiendo en algo que no era. Desde el  momento del ataque comencé a sentir hambre. Mucha hambre, y él podía ayudarme.
Me acerqué unos pasos y me disparó, rozando mi cabeza.
—¡Quieto, monstruo!
Me frené sin entender por qué me decía así. La gente se tiró al piso. Otros oficiales se apostaron en la entrada. Sabía que no podía moverme, pero el apetito seguía ahí, latente. Necesitaba saciarme.
Si daba otro paso terminaría con la cabeza despedazada. Así que miré mi brazo y por un momento pensé en comerme. Unos segundos después dejó de ser un pensamiento: estaba desgarrándome a mordiscones.

Un poco me había calmado, pero era el inicio. El primer plato.




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