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Un post de Marranenga. |
Tardó en incorporarse. Marta, con el calvo agarrándole la mano, esperó a que aquel ataque de pánico terminase. Para ella también habían cobrado importancia el tablero y los jugadores, pero no era una cabrona. Esperó paciente, y cuando Toni se acercó hasta ellos limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano, ella se limitó a ponerle una mano sobre el hombro y guiarlo hasta el campamento.
A paso lento volvieron junto a la hoguera. Aún no habían llegado hasta ella, y Toni volvió a notar las interferencias en sus audífonos. Con la diferencia de que esta vez no eran palabras desconocidas, si no que alguien estaba hablando en una lengua que él reconocía. Dio más volumen a los aparatos.
“Eso es lo que vas a tener que hacer, rebanarle el cuello o él...”
Toni se detuvo en seco, ¿Rebanarle el qué a quién? ¿A Toni? Marta lo distrajo señalando un bulto agazapado junto a los árboles.
—¡Eh! ¿Quién demonios hay ahí? —Gritó la chica a la oscuridad. El bulto se movió inquieto. Se irguió y camino hasta ellos. Cuando estuvo cerca de la luz que arrojaban la mortecina hoguera, todos pudieron distinguir las facciones de Pol. Hubo un momento de silencio mientras se inspeccionaban. El rostro del hombre parecía más crispado que antes, pronto esbozó una sonrisa ancha y falsa, que a Marta se le antojó peligrosa, como de tiburón. Por su parte el grupo de tres tampoco tenía buen aspecto. Toni aparecía lívido y sudado debido al susto. Marta, que era la más serena del grupo, también reflejaba algo de miedo, no en el rostro, pero si tenía todos los músculos en tensión, dispuesta a dar el salto en caso de que fuese necesario. Y el calvo que pareció no reconocer a Pol, le miraba fijamente, con los ojos verdes puestos en él. Tenía restos de bicho luminoso incrustados entre las uñas, lo que las hacía brillar tenuemente, y el matón podía jurar que sus ojos resplandecían también.
—Pensaba que me habíais dejado tirado.— Dijo con fingida simpatía.
—Paula a Muerto.— Empezó Marta. —No sabemos cómo, pero está allí atrás. ¿Dónde estabas tú?
—¿Yo? —Ahí venía la excusa de Pol. —Fui a echar una meada, y cuando volví os habíais pirado.
Marta asintió en silencio. No pensaba discutir con aquel tipo, y menos aquella noche. En pocas palabras resolvieron volver a dormir, y al día siguiente continuarían la marcha. Todos necesitaban descansar. Pol estaba ya recostado, y Toni le miraba fijamente. Una idea había germinado en su mente, y no podía librarse de ella.
—¿Y a ti que te pasa? —La pregunta de Pol le asaltó, Toni no quería confrontación, pero sabía que si no se lo preguntaba no podría dormir.
—¿Estabas hablando con alguien? —Preguntó sin más y a bocajarro. Como respuesta solo obtuvo un “Tú debes ser gilipollas” entre dientes. Pol se acostó dándole la espalda. “Si es que no sé para qué digo nada” Se recriminó Toni.
El hombre se acercó sigiloso hasta Marta. No estaba saliendo todo como él esperaba, pero tampoco estaba yendo mal. Había sido una buena idea hablar con ese tío, y con un poco de suerte podría encargarle a él el trabajo duro. Observó el pecho de la chica subir y bajar con cada respiración. Dormía profundamente.“Sería tan fácil romperle el cuello ahora”. Pero no. Era mejor robarle el cuchillo, y dejar que todo siguiese su curso. Que no hubiese empezado igual no significaba que no acabase de la misma forma. Rebuscó entre las pertenencias de ella, y dio con el arma. La cogió, y de nuevo regresó a su refugio vegetal con el mayor de los sigilos.
Contra todo pronóstico cuando se levantaron, ya hacía rato que había amanecido. Pol fue el primero en despertarse. Lejos de haberse ido, o haberlos despertado, estaba simplemente mirándoles dormir. Tenía una expresión ceñuda en el rostro. Poco a poco, todos se fueron quitando de encima la modorra. Marta y Toni recogieron el campamento mientras Pol les esperaba de pie al borde de la arboleda, unos metros más allá.
—No me gusta. —Dijo Toni, refiriéndose al matón. —Tiene algo... Raro.
—Sí, yo también se lo noto. —Contestó la chica.
—¿Crees que tuvo algo que ver con...? —Toni hablaba ahora en voz baja, intentado evitar el contacto visual con Pol. —Bueno, con lo de Paula.
—No lo sé. Estaremos al tanto.
Añadió Marta, y sin más le hizo una señal para que se pusieran en marcha. Los dos caminaron en dirección a la arboleda, donde el otro les esperaba, seguidos por el calvito, que aunque más sosegado, seguía lanzando miradas inquisitivas al cielo de vez en cuando.
Pol les informó de que había investigado la zona, más a su derecha se encontraba el riachuelo que habían visto en el mapa, no era muy caudaloso, y podrían seguirlo hasta lo que él creía que era la meta. Llegarían al centro al caer la noche, o como muy tarde al día siguiente por la mañana. El matón estuvo parloteando durante toda la mañana de lo más cordial. Definitivamente había algo en él que no era como el día anterior. Si se les había presentado osco y chulesco, ahora intentaba disimular todo aquello bajo una máscara de simpatía que no iba a juego con sus botas de patear culos. Incluso intentó ayudar al calvito a cruzar algún paso más complicado, pero este que al parecer también intuía que algo no marchaba, se lo quitaba de encima sacudiéndose como un perro mojado.
Habían caminado ya un buen rato, cuando Marta se puso tensa. Se olvidó de Pol y de la chica muerta, y prestó atención a la maleza que los envolvía.
—¿Qué pasa? —Preguntó Pol nervioso. Todos se detuvieron.
—Creo que hay algo ahí. —Respondió ella en voz baja.
Pol, obviando el sigilo de la chica, empezó a vociferar: “ahí no hay nada” “Eres una puta loca”, y a hacer aspavientos, como queriendo reclamar la atención de sus compañeros. Ellos no lo sabían, pero si entre la maleza estaba lo que Pol sospechaba, mejor sería convencerles de que no era nada. Pero lo que fuese aquello le jugó una mala pasada, y los arbustos y los matorrales empezaron a moverse evidenciando que allí sí que había algo. Todos quedaron expectantes cara a la vegetación. Pol cerro la boca y apretó los puños, dispuesto a presentar batalla, Marta se puso en tensión, ya que eso parecía ir directamente hacía ellos a gran velocidad. Todos excepto el calvo, que parecía no comprender, estaban asustados. Cuando los arbustos que estaban a un par de metros de ellos empezaron a temblar, un gruñido agudo desgarró el tenso silencio del grupo. Un enorme jabalí salió de entre las hierbas, corría como un toro bravo directamente hacía el grupo. Cuando el animal les iba a alcanzar, Pol se echó hacia atrás, empujando a Toni y el calvo y poniéndolos a salvo con este gesto involuntario. Marta también esquivó al cerdo con un salto grácil y calculado. Se echó a un lado, y se descolgó la mochila buscando su cuchillo. El jabalí, de unas proporciones enormes y con dos grandes colmillos coronando su hocico, pasó de largo, tras un frenazo logró reducir la inercia de su embestida, y se dio la vuelta dispuesto a atacar de nuevo. Flexionó las patas, y emepezó a correr hacía ellos.
—¡No encuentro el cuchillo! —Gritó Marta.— ¡No está!
Pol y Toni la miraron horrorizados. Sin el cuchillo, y si el animal persistía en su ataque, aquello no podía acabar bien. Toni intentó gatear hacía atrás, pero tropezó con algo. Alzó la mirada, y se encontró con el calvo. Este se dirigía hacía el animal con paso tranquilo, y se había armado con una gran rama nudosa. El jabalí enfurecido fue directamente a por Marta, pero el calvo le salió al paso, y con una pasmosa rapidez, le asestó un golpe con el leño. El primer impacto pareció no tener mucho efecto, pero al menos el cerdo dejó de correr, sacudió el cabezón y dio un par de pasos en dirección al hombre. Este esbozó una enorme sonrisa de satisfacción, y volvió a golpearle con la rama. Esta vez le reventó un ojo, y le produjo una profunda laceración en el costado derecho de la cabeza. El jabalí chilló dolorido y enfurecido. Pero el calvo no perdió el tiempo en lamentaciones. Volvió a descargar el palo contra el cráneo del animal, una y otra vez, mientras el resto lo miraban asombrados. El cerdo cayó al suelo doblando las patas delanteras, chillando de dolor, pero el hombre no se detuvo. Continuó golpeando, la sangre salía disparada hacía el cielo cada vez que el palo se alzaba. El calvo golpeaba con tanta fuerza que la rama se rompió. Pol, cuando vio el destrozado cráneo del cerdo, estalló en una carcajada nerviosa. Marta reaccionó con más humanidad, y se le acercó por detrás, y puso las manos sobre las del calvo, intentado que se detuviese. El jabalí ya había pasado a mejor vida. De echo, los pedazos de su cráneo destrozado rezumaban por los suelos, mezclándose con la tierra y los hierbajos. El calvito dejó de golpear, y miró a Marta complacido. Esta le devolvió una mirada de desconcierto. Se había comportado de una forma irracional, y había demostrado una fuerza muy superior a la que debería tener un hombre de su constitución, y ella no sabía que pensar al respecto.
—Creo que estaba rabioso. —Dijo Toni. Marta y Pol le miraron. —Mira la espuma que tienen en la boca.
Marta se olvidó del calvo, que ya había bajado su arma, y se agachó junto a lo que quedaba de la mandíbula del cerdo. El calvo la imitó, se agachó aún más sobre el cadáver y le metió el dedo indice en la boca. Aquello también le divertía. La chica intentó no prestarle atención, aunque verle revolviendo con el dedo en la boca reventada de un jabalí muerto le producía arcadas. Observó de cerca la espuma a la que se refería Toni, y determinó que se parecía mucho a la baba que habían hallado sobre el cadáver de la novia la noche anterior. “Quizás se alimentó de los restos y eso lo volvió loco...” Emepezó a divagar Toni. A ella poco le importaba el como. Pol zanjó la situación:
—A mi me la suda. —Dio una patada contra el lomo inerte del jabalí. —Ahí te pudras.
Sin decir nada más se puso en marcha. Todos lo siguieron sin discutir.
Tras el encuentro con el jabalí llegaron hasta el riachuelo que les había indicado Pol. Nadie había hablado desde entonces. Decidieron hacer un alto para rellenar las cantimploras.
—Echaré una meada. —Dijo el matón sin más, señalando la arboleda que quedaba a la derecha del río. —Vuelvo ya.
Se dio la vuelta alejándose sin dejar de echar rápidos vistazos hacía los que se habían quedado a la orilla. Toni y Marta se miraron preocupados. Aquella sensación de peligro no dejaba de crecer en el interior de ambos. Marta, aún sin relajarse se agachó sobre el torrente fresco y limpio para zambullir ambas manos y refrescarse brazos y cara. Justo tenía el rostro entre las manos ahuecadas y repletas de agua, cuando oyó el grito desgarrador de Toni “Otro jabalí mutante, no. Por favor, no”, se decía el muchaho. Pol salió en tromba hacia ellos desde los arboles, armado con el cuchillo de caza que Marta no había logrado encontrar, y se había lanzado como una fiera sobre el calvito. Toni al verlo llegar pensó que iba a por él, y se lanzó de culo hacía atrás gritando como si viese al demonio con machete. El calvito, aún sin emitir ningún sonido, consiguió agarrar a Pol por las muñecas y con una fuerza tan impropia como la que demostró antes, forcejeaba para alejar al hombretón y su cuchillo de su cuello. Marta también reaccionó rápido, cogió una enorme piedra redonda y mohosa de la rivera del río, dio dos zancadas hacía los hombres tendidos en la tierra que peleaban entre sí, y a Pol que estaba sobre el calvo, le golpeó con la piedra tan fuerte en la cabeza que el “crac” de su calavera al romperse resonó por todo el lugar. El cuerpo muerto de Pol se derrumbó sobre el calvo, que desconcertado por el repentino cambio intentaba mirar a Marta a contra luz, de pie junto a él. Rápidamente, y con la ayuda del calvo desde abajo, la chica empujó al muerto a un lado. Al caer sobre sus espaldas, su pierna derecha se movió en un último espasmo, pero aún así permaneció sin vida mirando al cielo con los ojos vidriosos. De la coronilla empezó a salir una masa sanguinolenta y gris, que poco a poco fue llegando hasta el riachuelo, tiñéndolo de rojo.
—Por dios... Marta. ¿Está muerto? —Preguntó Toni, aturdido.
—Yo no... —Consiguió decir con un hilo de voz. Una lágrima le resbaló por la mejilla. No podía creer lo que había pasado. Si bien era cierto que no sentía ninguna simpatía hacia Pol, nunca había sido su intención matarlo. “Aunque de todas formas...” Sacudió la cabeza, intentando deshacerse de esos pensamientos. Por fin soltó la piedra ensangrentada.
“Aunque de todas formas, habría llegado el momento de él o yo”
“Él o nosotros”. Se corrigió mentalmente. Se llevó ambas manos a la cabeza, aún sin poder apartar la vista del cadáver. Valorando las terribles – o no – consecuencias de lo que acababa de pasar. Toni le puso la mano sobre el hombro derecho. El contacto la devolvió a la realidad. Ella le miró directamente a los ojos, y en ellos no vio reproche, pero si miedo. Y agradecimiento. De aquella forma supo que debían continuar. Llegar al centro era la única esperanza de salir de aquella pesadilla. Marta se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. Tenía la cara empapada a pesar de que no había sido consciente de haber llorado. Se colgó una mochila sobre los hombros, e inmediatamente Toni hizo lo mismo. El calvito golpeaba divertido la cabeza del muerto con el dedo índice. Consiguieron que se levantase del suelo, y mientras Marta le ponía de nuevo la mochila sobre la espalda, Toni dijo:
—Marta, mira. —Señalaba una pequeña señal oscura en la sien derecha de Pol. Era un pequeño orificio chamuscado de apenas unos milímetros de diámetro, al rededor tenía como otra marca circular más enrojecida. Marta se agachó para inspeccionar aquel agujero extraño. Descubrió que tenía otro en la sien izquierda.
—¿Antes tenía eso ahí? —Siguió diciendo Toni. —Parece como una quemadura, pero más profundo. ¿Cómo se lo habrá hecho? No creo que haya sido ningún insecto.
Marta apenas lo escuchaba parlotear, pero efectivamente “eso antes no lo tenía”, le inspeccionó el cuello y las muñecas, en ambos lugares tenía marcas enrojecidas que sugerían algún tipo de atadura. Algo raro estaba pasando. Aquello no era posible, ya que no se había alejado del grupo más de un minuto. Dos a lo sumo. Para hacerse aquellas marcas, y más las de la cabeza, debería requerirse más tiempo.
Aquella sensación de peligro volvió a ella.
—Pongámonos en camino. —Dijo Marta secamente. —Quiero acabar con esto ya.
Toni la miró extrañado, más allá del cómo, le fascinaba el qué podría haber impreso aquellas marcas. No se planteaba que pudiesen ser un peligro para ellos. Pero seguro bajo el mando de Marta, obedeció sin más. Los tres jugadores comenzaron a andar, expectantes y temerosos de lo que les pudiese esperar en el camino. Habían recogido todas sus cantimploras. Al alejarse del cadáver, el destello en la hoja del cuchillo olvidado entre la hierba del suelo pareció despedirles.
“Mierda”. El otro había dicho que aquello no sería así. Ahora no podía volver. “¿Qué hacer?” Se preguntaba el hombre, oculto entre los árboles. Ver la muerte del otro le había horrorizado. ¿La cosa iba a ser así de fácil allí? Pues bien. Jugaría sucio, era lo que mejor sabía hacer. Los seguiría, y cuando menos lo esperasen, los aplastaría uno por uno.
Continuará...
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